TINTA ROJA

dos hermanos a impulsos de la sangre

sábado, 27 de octubre de 2007

PROUST ORILLERO[1]
PARÍS – BALBEC – PARÍS
En los mismos años en que Francia asistía al fenómeno artístico-literario “Marcel Proust”
[2] también ponía el sello de calidad artística a lo que en América se manifestaba como fenómeno popular: "el tango del Río de la Plata".
En A la sombra de las muchachas en flor Proust nombra dos veces al tango, lo hace cuando el protagonista, Marcel, veranea en Playa Balbec. Marcel “ya no es un niño” -dice el padre- es un adolescente parisino que insiste en decir que quiere ser escritor y realiza una serie de salidas que lo sacan del bloque de su familia. El texto se ordena a partir de las salidas que tienen valor de primera vez, las que constituyen las condicionantes de la Gran Salida a Playa Balbec, durante los meses de verano.
En el cuadro de la primera parte, en París, en los Campos Elíseos, está el amor con Gilberta Swann (la chica que le gusta). Gracias a ella, una serie de meriendas abren el ducto para que conozca Marcel lo de los Swann, algo que le resulta “extraordinario” y “sobrenatural”. Con el Sr. Swann miran objetos de arte, imágenes y libros en el despacho (98). De la señora Odette lo que rescata son palabras en inglés (61). La mujer se sale siempre de los límites del francés agrandando su vocabulario al decir petit meeting, comer tost y el pudin de christmas. Por esos días Marcel vive pendiente de todos ellos y, a decir verdad, no se los puede sacar de la cabeza.
En estas salidas Marcel arrastra hacia sí voces, palabras, imágenes, ensanchando su terreno de vista y oído.
De pronto la felicidad de estar con Gilberta se rompió de un momento para otro. Fue así: Marcel la pasó a buscar pero ella pretendía ir a una lección de baile. Cuando estaba por salir la madre la llamó con firmeza y le hizo una seña como dando a entender que el muchacho estaba ahí por ella, que debía quedarse. Gilberta se encogió de hombros y entonces la señora “…se puso a hablar en inglés a la chica. E inmediatamente ocurrió como si se hubiese alzado un muro.” (181, cursiva mía). Gilberta no salió a bailar y quedó toda la tarde monosilábica. ¿Qué es lo que madre e hija le niegan? Desde la ocultación aparecen los efectos imaginarios y tiene el valor Marcel de dejar de verla, incluso corta las visitas a lo de los Swann. Hablan en clave las mujeres y Marcel queda afuera. El adentro con el afuera rompen relaciones. Comenzó un tiempo en el que Marcel escribió muchas cartas a Gilberta sumergido en un dolor insoportable. El correo le da cartas que no son de Gilberta o no le da nada. Y, relata: “ni siquiera me atrevía a salir entre correo y correo” (187). Lloró mucho porque el amor, “cosa inmensa” (214) no cabía en él. ¿Qué podría hacer con eso?
[3]
Después de dos años Marcel está acostumbrado a que el recuerdo de su chica se vaya y vuelva al conjuro de alguna nimiedad. Es el momento en que necesita un cambio: pasará el verano en una playa normanda. Su viaje a Balbec “fue como la primera salida de un convaleciente que sólo esperaba eso para darse cuenta de que ya estaba sano.” (249). Balbec: una playa de la que escuchó hablar por primera vez al Sr. Legrandin en una charla con su padre, a orillas del río Vivonne. La decisión de hacer un cambio de costumbres fue motivada por las ganas de conocer la iglesia de Balbec que Swann le había nombrado, para terminar de sanarse y para “entregarse a otra mujer, [...] al encanto de una cara nueva” (247). El chico andaría así atrás de jovencitas de su edad.
El viaje a Balbec tomó cuerpo, el cuerpo de Marcel. Su ser se engrandeció aun más en esta Gran Salida. “¿Qué tal Balbec?” había preguntado la abuela. Si bien en un principio lo sorprendieron algunas decepciones (la iglesia persa, el abandono de principios de buena educación, el cuarto del hotel), “todo ello [le] había causado alegría” (500). De París a Balbec, en el trazado de ese devenir, hubo encuentros de todo tipo pero lo que importa aquí es la conexión con el universo de la amistad, que provoca cambios radicales y hace que nos topemos con el tango en la Recherche. Balbec/amistad: un salvoconducto.
[4] De Balbec a París, llegan costumbres nuevas. Su Gran Salida constituye una conquista. Ha hecho ir Balbec a París. Me pregunto ¿qué es eso que lleva y cómo lo hace?

TANGO EN BALBEC
Mucho cambió el mundo gracias a la amistad, pese a que Marcel se declaraba “incapaz de tal sentimiento” (404), tan sólo acerquémonos a las dos escenas que enmarcan la aparición de signos tangueros. Las frases son breves, es una lástima que no se haya extendido un poco más, de todos modos ese poco lo estiraremos para llegar a algunos señalamientos de alcance filosófico.
-Se encuentran en la playa Bloch, Roberto y Marcel. Con Bloch están sus hermanas y amigas, toda una “colonia de judíos” nada agradable, tanto que con las chicas no se juntan ni siquiera las hijas burlonas de algunos comerciantes de París, pues “no querían mezclarse a esa horda de mozuelas mal educadas que llevan la preocupación de la moda de playa hasta el punto de que siempre parecía que volvían de [...] bailar el tango.” (359, cursiva mía).
-La barra pintoresca, aunque un poco ordinaria e irrespetuosa, con la que sí se trata Marcel es un grupo de chicas . Entre ese “manchón” que conformaron las chicas a la luz del atardecer en la playa, la primera vez que las vio, había una con una bicicleta que según pudo averiguar se llamaba Albertina Simonet. De todas gusta Marcel, pero Albertina, por más que tenía una voz desagradable le resultaba encantadora. Era una maestra en el modo de “dominar las cosas” en las que él era “positivamente inferior” (513). Un día ella le mandó una nota con letra clara que decía “le quiero a usted mucho”. ¡Qué emocionante!, “con ella – pensó- tendría yo mi novela” (Ib. Destaco.), después de que en cinco oportunidades, aquí, en A la sombra..., desestimó Marcel su vocación por escribir. En los encuentros con Albertina (después de mucho batallar para conseguir el primero) hubo de todo, pero observemos: pasean los dos por la playa. Octavio, un joven conocido de ella se acerca, raqueta en mano. Jugaba bien al golf, “ganaba todos los premios de tango […] lo que le facilitaba una buena boda.” (515), era hijo del presidente de una organización burguesa de Balbec, experto en trajes, bebidas inglesas y caballos pero hablaba mal, era ignorante y desubicado para usar ciertas palabras. “Estoy tonto –dice Octavio- ayer había hecho 82” (515). Y cuando Marcel pide a Albertina que se lo presente: “¡Qué dice! No le voy a presentar a un niño tongo.” (516)
La imagen del tango en Balbec aparece vinculada a la mala educación, la moda, el baile y la tontería. Y si bien con ese “hasta el punto de” sitúa al tango como lo peor, no obstante, Proust deja asomar indicios de buena vista hacia el tango cuando dice que a Octavio le sería fácil casarse con alguien bien. Estos comentarios refieren a la atmósfera social del tango, a la vida a la que arrastra, reconociéndolo por sus efectos. Las chicas judías y Octavio son gurises que han dejado impregnarse de lo que está en boga. Los comentarios remiten al tango en cuanto baile, y si es baile es música, pero omite asociarlo a un fenómeno de orden artístico. ¿Será mala música? Fue el mismo Proust quien en 1896
[5] llamaba a respetarla.
En encuentros con amigos en las orillas del mar Marcel se cruza con aires del baile tango. El tango: asunto de encuentro, de orilla, amistad, música, baile, novela y tonta moda.

EL TANGO PUESTO DE CANTO
Múltiples signos permiten reconocer esa actitud popular que surgió alrededor de 1870 en ambos lados del Río de la Plata, nos quedamos con uno. Hablar del tango es vincularlo a las orillas. Motivo por el cual Fernando Assunção lo destaca como acontecimiento “rurbano”
[6] aparecido en escenarios atractores de los desclasados (la pulpería, por ejemplo).
Hasta la primera década del XX era reconocido como baile y música de pareja abrazada en la refriega y penetración de los cuerpos que comenzó a expresarse en los candombes
[7]. Así el tango, como el moho, estaba en vigencia por orillas. Entre la banda oriental y la banda occidental del Plata “un buen día –escribe Idea Vilariño- surge el tango como natural estuario a modo de [...] genio orillero.”[8] A partir de aquí, y con la ayuda de la mirada de Francia, el tango también es canción y se abre su era hecha de tono y tema.
Hagamos el ensayo de leer los versos de Mi noche triste
[9], para deducir su valor y algunas ligeras relaciones que hallo con ciertos aspectos de la novelística Proustiana:

Percanta que me amuraste / en lo mejor de mi vida, / dejándome el alma herida / y espina en el corazón, / sabiendo que te quería, / que vos eras mi alegría / y mi sueño abrasador, / para mi ya no hay consuelo / y por eso me
encurdelo / pa' olvidarme de tu amor.
Cuando voy a mi
cotorro / y lo veo desarreglao, / todo triste, abandonao, / me dan ganas de llorar; / me detengo largo rato / campaneando tu retrato / pa’ poderme consolar.
Ya no hay en el bulín / aquellos lindos frasquitos / arreglados con moñitos / todos del mismo color. / El espejo está empañado / y parece que ha llorado / por la ausencia de tu amor.
De noche, cuando me acuesto / no puedo cerrar la puerta, / porque dejándola abierta / me hago ilusión que volvés. / Siempre llevo bizcochitos / pa` tomar con matecitos / como si estuvieras vos, / y si vieras la
catrera / cómo se pone cabrera / cuando no nos ve a los dos.
La guitarra, en el ropero / todavía esta colgada: / nadie en ella canta nada / ni hace sus cuerdas vibrar. / Y la lámpara del cuarto / también tu ausencia ha sentido / porque su luz no ha querido / mi noche triste alumbrar.

Contursi tuvo la osadía, en Mi noche triste, de hablar de su noche triste, de su propia tristeza. En un lenguaje en el que todos podían reconocerse, tanto en las palabras como en el clima, expresa un color local y general: la tristeza de un pueblo. Esto nos pone de cara con la primera persona narrativa, pues el personaje se está confesando al tiempo que deviene un cuerpo escrito, recurso que indica un pasaje que va del amor erótico (enfermante) al amor por la creación poética, cosa estrictamente proustiana.
Percanta significa mujer, pero en tono vulgar. Percanta es un tipo de mujer, su sinónimo podría ser mina o nami. Por lo general es amante o concubina, capaz de destrozar el corazón del varón que la llora cuando lo abandona. Amurar es plantar, abandonar sin pre-aviso. Percanta y amuraste traen al escrito lo que eran voces, lo oral (la lengua del argot, el lunfardo). Proust apeló al mismo recurso con Odette, pero también con Albertina, con Saint Loup, con Francisca, con el director del hotel.
[10]
A lo largo del tema el cotorro (en lunfardo) connota lo familiar, la compañía femenina. El cotorro se convierte en un simple bulín de soltero, prostibular. Al fin termina siendo el cuarto sombrío y helado. Estas tres denominaciones de una misma habitación y colocadas en ese orden nos delinean una ruta en el tiempo y en el espacio. De un nombre a otro nombre: el paso de la felicidad a la desolación. Se podría atribuir en este tránsito por la lengua algo del amor a la escritura.
El que narra habla de sí en el singular momento de entrar al dormitorio de noche para dormir. Juntito a él, en lo que acontece, es como si entráramos a su habitación. No sabemos quién es, dónde vive, qué cree, qué hace. Sabemos que posee una herida incorporal, que está solo en un momento que lo va dejando mudo hasta la hora en que el mirar decae y ya no recibe luz ninguna. Y no parece haber ningún después. En cambio Marcel saltó la pared, decide no quedar amurado, se dirige al futuro, se va de viaje a otro mundo.
La guitarra en el ropero todavía está colgada, acaso hubo un proyecto de tocar y cantar, de artistear en vez de morir, pero la intención está en suspenso. Me recuerda la frase de la abuela “ya no se habla de escribir” que sutilmente sentenció a Marcel en Balbec. En la cuenca del plata habrá que esperar cincuenta años, hasta la época fundacional del rock argentino, cuando el dúo Pedro y Pablo en Tiempo de guitarra, canten “la guitarra en el ropero ya no está colgada / ya no está colgada”
[11]
El narrador se consuela con la foto, en Mi noche triste la mujer se nombra a través de las cosas o de los objetos que la representan, en el más simple paso de lo físico a lo metafísico. Pequeños detalles (frasquitos, moñitos, un espejo y el mate, que en horas felices eran matecitos) transitan en esta canción el camino ese, allí, por donde a ella se puede llegar. Mi noche triste tiene al recuerdo como fundamento de su relato. Se sabe cómo Proust abre la novela hablando Marcel de sí mismo, recordando, con los ojos puestos en el cuarto de la noche donde hay cama, velas apagadas, ojos que se cierran, no poder dormir y, digamos que en la habitación del Gran Hotel Balbec llegó a sentir, cuando se encontraba a solas, que su yo “se reflejaba por fin en las cosas como en las personas de allí” (341). Si la Recherche es una novela filosófica, como sostiene, por ejemplo, Moran
[12], Mi noche triste podría valer como relato filosófico.
No sería difícil seguir haciendo conexiones por el tema de la tristeza que trae el amor. Vimos que Marcel queda fuera del amor cuando lo amuró el idioma inglés que corrió entre Gilberta y la madre. Crueldad y rapto brusco que vale para Mi noche triste. En el tango, en los tangos, con variantes, siempre el amor se asocia al dolor. Lo dice en todas sus formas
[13].
Percanta que me amuraste, dice el primer tango. Mujer que me alzaste un muro sin razón aparente, estaría diciendo Marcel Proust en un tiempo paralelo.

CONCLUSIONES
Es importante el muro en este miraje, porque en el ir y venir de Marcel, en el ir y venir del tango, por estos ductos, está el signo de la salida y los encuentros entre orillas. En la relación con lo que está afuera, extramuros, algo nuevo y saludable se cosecha y organiza. En el personaje de Proust: material digno de cimentar parte de su novela. En el personaje del tango: lenguaje artístico, cuerpo escrito que se novela. Engrandecido Marcel, engrandecido el tango, se fundan ambos en una necesidad, casi como un lapsus.
Marcel fue a la playa. Si entendemos el sentido de la palabra orilla como familiar a la tierra con el agua. ¿Qué implica la playa sino orilla en el sentido en que decimos caminar por la orilla del mar? Lo primero que podemos ver en la orilla es dos lados, o dos caras, o dos cuerpos heterogéneos que se penetran, se mezclan, se refriegan y encuentran. Un sitio de puro andar, amar y batallar. El tema de las salidas de Marcel en este libro, tanto en París como a Balbec, comprende el hecho de estar entre uno y otro lado. Este libro podría llamarse En la orilla.
Es cierto que en el universo Proustiano todo queda espaciado en Mességlisse o en Guermantes, quizás sea cierto que en cualquiera de sus libros hay una geopolítica de dos mundos. No digo nada nuevo. La propia Recherche orilla entre dos tiempos históricos
[14]. Pero aquí me interesó acercarme al arrastre de Marcel allí por donde pasa, en particular lo que tiene y hace en su lengua.
El viaje a Balbec conecta dos individualidades distintas: trae un nombre a otro nombre. Así un viaje consiste, según Proust “en hacer la diferencia que existe entre la partida y la llegada […]porque [une] dos individualidades distintas de la tierra llevándonos de un nombre a otro nombre;” (249). De un nombre a otro nombre: travesía fuera de sí arriesgada por amor. Y ‘por amor’ podría pasar aquí por amor a la escritura. Recordemos que por Balbec tendría el personaje una “mi novela”, entonces, más que escritura, decidió un género.
Marcel crece y se ensancha por la orilla. Hay un Proust orillero. Y si me demoré en algo tanguero es porque veo en la ruta de Marcel, por los bordes del mundo (la playa), una salida de su inmanencia que se asemeja, a mis ojos, a la insurgencia y desarrollo de esa cosa que se llama tango. El tango en Proust: gambeteando con el amor y el deseo de escribir.
¿Qué tal Balbec? Todo un paso de lo físico a lo metafísico. Empieza el recorrido desde dentro (imaginando la tempestad de las costas al pie de la iglesia), luego aquello que encuentra lo lleva de un afuera a un adentro. Aunque a primera vista Proust parece al margen de la política, formulamos que el protagonista de su novela ha obrado políticamente porque conquistó una franja orillera. Ha hecho política territorial en un juego que relaciona “costados”. Con Balbec gana fuente y fuerza para su escritura en novela.
Las orillas pueden ser pensadas como lugares de encuentro y construcción necesaria de poderes populares. Relaciones entre un adentro y un afuera. Ruptura de la inmanencia. Si hay orilla hay el después de la orilla, el más allá, donde no tiene por qué haber vacío. En lo que se cruza, en la orilla, en la playa, linde, borde, franja, frontera en la que hay de todo, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, partida, llegada, rima, corriente, hay acción, hay incidencias recíprocas, hay revuelo, hay avatares. La orilla no es tierra de nadie, es una sede y un tiempo de resguardo, lados de un conjunto. En estas dos obras hay atención a las fronteras, y como unir lados ha podido ser un acto de escritura la naturaleza de tal liga se puso de manifiesto en la toma de palabra. Es pasando por palabras que aparecen lugares.
Estas respectivas conquistas territoriales operan con estrategias de arrastre sobre una nueva distribución del espacio-tiempo (irse y crear). En lo que lleva y trae esta movilidad se juega el tener y el hacer, un acto político, un braceo ontológico. No estamos lejos de una conexión con la filosofía. Extremo valor de esta ultima cuando su acción deviene política. Pasar de un nombre a otro (viajar, leer, escribir, cantar, contar, explicar) maniobrar entre distintas individualidades, trae un fluido que inscribe con ojos y oídos nuevos un cuerpo de letra, pensamiento hecho materia, tajo en tierra que hace rebordear la ontología del devenir, hace pensar las universalidades locales y la concepción de único mundo, haciendo venir interrogantes sobre cuál es la realidad e, incluso, qué es la libertad.

BIBLIOGRAFÍA

- Assunçao, Fernando. El tango y sus circunstancias. El Ateneo, Buenos Aires, 1984.
- Moran, Julio César. La música como develadora del sentido del arte en Marcel Proust. Ed. UNLP, 1996.
- Proust, Marcel. Los placeres y los días. Elogio de la mala música. Santiago Rueda ed., Buenos Aires, 1947. Trad. Marcelo Menasché.
- Proust, Marcel. En busca del tiempo perdido. A la sombra de las muchachas en flor. Alianza ed., Madrid, 1995. Trad. Pedro Salinas.
- Solas, Silvia. Proust ha desaparecido. Fórmulas proustianas. Prometeo ed, Buenos Aires, 2006.
- Vilariño, Idea. El tango (antología). Centro editor de América Latina, Buenos Aires, 1969.

RESÚMEN: Parelelamente a las primeras publicaciones francesas de En busca del tiempo perdido en el Río de la Plata el tango se hacía canción después de ser escuchado en Francia.
A partir de la figura del amurado, se trata de mostrar que en calidad de outsider los seres en su lleve y trae producen su propio afuera en las orillas. De este modo se pretende invitar a ver la articulación de posibilidades estéticas y políticas en A la sombra de las muchachas en flor y en Mi noche triste (primer tango cantado).


ABSTRACT: In parallel with the very first french publications of A la recherche du temps perdu, in Ríoo de la Plata, tango started turning into songs after being heard in France.
Starting from the figure of the amurado the outsider status of those people who, by means of their take and bring, produce their own outside in the edges. This way it is my intention to invite to the articulation of aesthetics and politics posibilities in the second volume of A la recherche du temps perdu'as well as in Mi noche triste (the first singed tango).

Angélica Sangronis. Lic. En Filosofía.
[1] Versión modificada de “Proust orillero (o el tango en Balbec)”, texto leído en Coloquio internacional Montevideanas IV. A la recherche du temps perdu y Ulyses en ámbitos rioplatenses: lecturas, traducciones, traslaciones, diálogos. Montevideo, Julio/2006.
[2] A la sombra de las muchachas en flor se publicó en 1918 y por él recibió Marcel Proust el premio de la Academia Goncourt, constituyendo el segundo libro de la novela En busca del tiempo perdido y formando parte del conjunto de libros corregidos por su autor. En paralelo el reciente prestigio del tango se producía en las márgenes del Río de la Plata luego de una etapa primitiva que lo depositaba en suburbios y puertos, sitios todos mal vistos por las clases del centro, como mal visto era el fenómeno popular del tango. Francia fue capaz de tomarlo en serio. Hizo llegar el tango hacia sí y en este ocurrió una metamorfosis: voló a la gran ciudad donde estaban el gobierno, los diarios, los dueños de estancias, los hombres de negocios con ojos en Europa.
Por el camino de Swann (tomo I) es el libro de la laceración, de la herida, el libro del niño, fundado en el recuerdo. En él destaco dos elementos: el “debería sentirme feliz, pero no lo era” y el decir de ese niño que quiere “ser escritor”. Paso al segundo, A la sombra…, y veo que es el libro de la pubertad, fundado en el tiempo presente, en la euforia del alcohol, en las amistades, en lo “extraordinario”. Es un libro donde se relatan éxitos y conquistas, aunque no penetración, puesto que el protagonista central no sale de su calidad de huésped, de alojarse en un hotel.
[3] La figura de algo que se pone adentro de algo, “amor en mi”, insistirá cuando ame a Albertina. En el libro VI dirá “mi amor no era tanto mi amor por ella como un amor en mi.”
[4] Salvo en latín es sano, fuera de peligro. Conducto es un canal o transmisor que da paso a los fluídos.
[5] “No la despreciéis. Así como se la toca, se la canta mucho más, mucho más apasionadamente que la buena, mucho más que ella, se ha llenado poco a poco con el sueño y las lágrimas de los hombres. Que por eso os sea venerable. Su lugar, nulo en la Historia del Arte, es inmenso en la historia sentimental de las sociedades. El respeto, no digo el amor, a la mala música no es sólo una forma de lo que podría llamarse la caridad del buen gusto, es también la conciencia de la importancia de la función social de la música.” Elogio de la mala música. En Los placeres y los días. p. 206.
[6] El tango y sus circunstancias. P. XI.
[7] Fiesta popular de los negros del Río de la Plata. Los negros llamaban a la música toca tango (toca tambor). Así se derivan las expresiones tanga catanga y ronda catonga de las voces tonga, tango y … vino el tango, que tiene que ver con tocar, palpar, acercarse.
[8] El Tango (antología). P.61.
[9] Considerado el primer tango cantado con letra argumental, con versos de Pascual Contursi y cantado por Gardel en el Teatro Esmeralda (hoy Maipo). En el contexto de esta época hay que entender que una nueva corriente inmigratoria trajo a esta región más de un millón de personas (en su mayoría hombres) que venían a trabajar para juntar plata al Río de la Plata y volver. Casi nadie lo logró. Esta circunstancia creó un desequilibrio: había muchos más hombres que mujeres. Las autoridades gubernamentales, para paliar el problema, permitieron la instalación de prostíbulos. Los solos, básicamente de clases bajas y en condiciones desesperantes, convirtieron a la mujer en un bien codiciado.
[10] Ejemplo: para denominar tren Roberto decía galápago y Albertina decía cacharro o tram y a la bicicleta la llamaba mi máquina. (513).
[11] El dúo lo conformaban Miguel Cantilo y Jorge Durietz. El rock argentino surgió como resistencia a la dictadura militar de Onganía (del 66 al 70). Spinetta fue uno de los primeros poetas (con el grupo Almendra), también Moris, que cantaba “De nada sirve”, y Piero, y canciones como “La marcha de la bronca”, todos opuestos al Club del Clan (lo hegemónico).
[12] En La música como develadora del sentido del arte en Marcel Proust queda claro que estamos con una novela filosófica (estética) en razón de que “la posibilidad, el significado y el modo de manifestarse el arte [esto es] la inquietud estética integra la misma forma ficcional del relato.” P.7.
[13] La lógica de la tristeza es llevada hasta la auto-referencia encerrando elementos definitorios del tango, como El cuzquito, que dice: “Tango /… / sos lágrima y delantal / sos velorio y cocaína / y sos tristeza de mina / que se clava en el puñal.”
[14] Es como una fórmula que resulta del juego entre “dos costados”, según la visión de Silvia Solas en Proust ha desaparecido. Fórmulas proustianas, pp. 239-245.

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