TINTA ROJA

dos hermanos a impulsos de la sangre

miércoles, 31 de octubre de 2007

Construccionismo Social. Ariel


EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL
El construccionismo social más que un enfoque terapéutico es una postura de vida. En él hay puntos de vista filosóficos que están a la base de ese pensamiento y señalaremos algunos de ellos:
1. Esta postura junto con el constructivismo cuestiona el poder tener acceso a la esencia de las cosas. Lo que llamamos conocer son formas de percibir, lo que va a depender de muchos otros factores no sólo de lo biológico y de lo psicológico sino incluye también lo histórico y lo cultural. El construccionismo social considera el conocimiento como un producto resultante de las relaciones sociales ya que las conceptualizaciones y descripciones que hacemos del mundo se construyen en el lenguaje y éste se determina por el grupo social en el que participamos.”Los sistemas de significado cultural preceden al individuo, destacando como foco de su interés y estudio las relaciones y la interdependencia de lo humano” (Gergen, 1994;1996).
2. El lenguaje siendo un instrumento común a un grupo de personas ya sea en su vida cotidiana, de un grupo social cualquiera, de un grupo familiar o de un grupo profesional, no podemos desligarlo del significado personal que este tenga porque diferentes serán las percepciones de cada uno de los integrantes de ese grupo.
El lenguaje es ese instrumento que escuchamos o vemos en un texto pero el significado no está a la vista en las palabras. Las palabras no tienen un significado en sí sino que éste se deriva de su uso social y aún de las experiencias de quien las emite. En cada palabra o frase habrá múltiples posibilidades de significar. Es a través del lenguaje que conocemos, adquirimos y transmitimos los significados. Es decir el significado no es único porque diferentes son las visiones y diferentes serán esos significados los que a su vez determinarán nuestras formas de pensar y actuar.
3. A diferencia de la psicología tradicional el lenguaje no es representacional del mundo que está afuera sino es producto de las diversas interacciones comunicacionales y por ello el lenguaje es un producto social y a su vez es generador de nuevas visiones. En toda comunicación cada persona utiliza las palabras que considera adecuadas para transmitir su pensamiento, sus ideas, sus creencias y su conocimiento. El conocimiento o representación del mundo no es una descripción estática, fija, única, verdad absoluta; es fluida según los aconteceres del narrador y también es creación y no esencia; sería una forma de significar lo que acontece y, el lenguaje al darle una estructura secuencial es generador de historias y por lo tanto de formas posibles de percibir el mundo. No habría entonces una representación de lo que está ahí afuera en lo que se dice sino una construcción a través del uso del lenguaje.
4. En terapia no establecemos hipótesis a priori sino que nos entregamos a un diálogo, en el cual los consultantes nos han invitado a participar. Es una invitación que la familia nos hace al conversar de algo que les preocupa y eso explica por qué el terapeuta tiene una postura de no saber. Es un no saber sobre el sufrimiento o problema que les aqueja del cual ellos sí saben. Si aceptamos su invitación no estamos llamados a dar ni un veredicto ni una solución.
En terapia entonces no sabemos cómo nuestros consultantes han construido sus historias, con qué significados, con qué atribuciones, con qué exclusiones... y es por ello que nos declaramos no expertos en sus vidas.
Debemos tener una posición de respeto y curiosidad y debemos “saber” y ser expertos en el conversar y explorar a través de preguntas que abren el diálogo. También debemos ser expertos en “el escuchar” lo que a la familia le aqueja. Ello requiere que desarrollemos habilidades que favorezcan ese diálogo el que a su vez abrirá un camino de diferentes posibilidades.
“El terapeuta ya no se visualiza como un experto que posee una visión o historia privilegiada, sino como un facilitador de esta conversación terapéutica, como un maestro o una maestra en el arte de la conversación” (Goolishian, 1989)
5. En el encuentro terapéutico los consultantes nos narran su historia, historia que tiene un inicio, un curso y un final. En esa historia existe un hilo conductor en la cual se han engarzado distintos elementos o experiencias significativas que forman su narración.
La postura construccionista plantea que narratizamos nuestras experiencias (Gergen, 1996) y que dependerá de diversos factores la forma final que adopte.
El terapeuta es un actor en el escenario conversacional y quién facilita esa narración a través de preguntas las cuales incluyen las propias palabras del consultante. Este preguntar del terapeuta una y otra vez lleva al consultante a preguntarse ya sea sobre un hecho o una interacción lo que le permite ir recordando y descubriendo otros elementos que estaban inconexos de la anterior narración, serán aquellos trozos no relatados los que podrán ser recordados.
Como consultantes o participantes de una conversación que permite la reflexión, siempre integraremos aquello que se aproxima a nuestra propia narración o historia y la resultante de la conversación no será ni la historia del consultante ni la del terapeuta sino una construcción, compartida y colaborativa entre ambas. Por ello la construcción tiene una base social.
En la terapia es en este juego de lenguaje que la persona irá descubriendo los diferentes significados atribuidos en su discurso, pero puede descubrir significados alternativos lo que lo lleva a un relato diferente distante del problema y a encontrar nuevas alternativas de vida. Los nuevos significados se hacen en ese espacio relacional de coordinación entre los participantes.
Este proceso es lento, difícil que exige gran atención y sabiduría del terapeuta en buscar la pregunta más adecuada, nunca hay una sola. Es un ir “tanteando” en el diálogo y será las respuestas no sólo verbales del consultante sino también los gestos, cambios de postura, expresiones del rostro que nos indican duda, sorpresa, rechazo o aceptación lo que nos dará las señales del camino que debemos seguir compartiendo.
Aquí nos enfrentamos con lo que parece para un profesional lo más temido: la incertidumbre. Al no tener “un marco teórico de interpretaciones “debemos fluir junto con el otro; no tenemos respuesta a los emplazamientos de soluciones: creemos en las múltiples posibilidades de resolver o disolver lo que nos complica. Y por último no tenemos la posibilidad de atribuirnos resultados (halagos) que dan esa sensación de poder, a la que los seres humanos estamos tan expuestos a ser seducidos.
Esto nos lleva a aceptar con humildad que nosotros somos sólo una parte del diálogo y no quién ejercerá la directriz de él como quién instruye a quién tiene menos capacidad y poder. Se da fin a nuestro rol de instruir y decir la última palabra asumiendo nosotros el cambio. Con esta nueva mirada tanto el terapeuta como el consultante están en una posición a un mismo nivel - relación simétrica en cuanto al poder- no sólo en cuanto a indagación y reflexión sino también en cuanto a responsabilidad de lo logrado.
El ir preguntando por parte del terapeuta y el preguntarse a sí mismo del consultante, una y otra vez sobre un hecho, sobre una relación, le permite la de-construcción del texto de su historia, tal como se la ha contado hasta ahora, validando lo que considera importante, “invitando a poner los pensamientos en palabras” (Anderson, 1997).
Eso es lo que llamamos la de-construcción y co-construcción de una nueva narración plena de nuevos significados y nuevas alternativas de acción. Los recursos están en los consultantes los cuales se van desplegando en forma fluida o a veces dificultosa pero al mantenernos en nuestra postura éstos afloran inevitablemente y en ese momento a la sorpresa del descubrimiento se une la satisfacción de sentirse artífices de su propia vida.
Esta relación o alianza terapéutica que se crea entre el terapeuta y el consultante es entonces un aprendizaje mutuo: sin dar interpretaciones, ni instrucciones, ni juicios valóricos ni transmitir nuestras creencias como verdades sanadoras de lo que a ellos les aqueja. Sólo preguntas, opiniones, explicaciones, sugerencias y posibilidades se mezclan en un intercambio dialógico, en un juego de lenguaje en el que hay respeto y colaboración.
Una danza dice Gergen, con sus pausas, su ritmo, su tiempo.

1 comentarios:

Blogger tinta roja ha dicho...

Cambiale el color de la letra hermanito o agrandála. Que me dan ganas de leerla y no.

2 de noviembre de 2007, 4:43  

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